El nervio óptico, de María Gainza

Después del encuentro del sábado, me quedé pensando en tres aspectos que discutimos en el grupo: Cuestiones acerca del género al que pertenece el libro, qué tiene de específicamente literario y qué nos impulsa a continuar leyendo un libro. 

¿Es una novela?,  ¿un libro de relatos? El nervio óptico entra en la categoría de las novelas de “autoficción”. En el club leímos otras novelas que pueden adscribir a este género: Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra y Bilbao-New York-Bilbao, de Kirmen Uribe. Estoy pensando también en libros como Un tal Lucas de Cortázar, que pertenece a un género inclasificable. Las novelas de autoficción difieren de las novelas que siguen el  canon de los grandes relatos, tan sabrosos, con un principio, medio y final, personajes que viven un arco de desarrollo completo, que nos prestan material donde hincar los dientes y quedarnos bien satisfechos. Pero independientemente de que no podamos clasificar un libro dentro de un género determinado no significa que no podamos disfrutarlo. 

Otra pregunta que quedó dando vueltas es ¿qué tiene esta obra de literaria?, o sea ¿qué tiene de especificidad literaria?  Es una pregunta que tiene diferentes respuestas según las épocas. A mí en particular me resulta literaria la organización que hace la autora de los materiales, la elección de cuadros que son apareados con situaciones de la vida de la narradora, y los motivos que contrastan y se complementan como caras de una misma moneda. El primer relato habla de la muerte de una mujer, muy joven, con piernas largas como un venado (una conexión más con el cuadro de Dreux), a los 35 años. El último relato habla de la narradora,  operada de cáncer, muy joven también, pero con esperanza de vida por delante. Ese motivo del contraste entre la vida truncada de la amiga y la vida ganada de la narradora para mí es literario. Y también lo es la decisión de colocar uno de los relatos al comienzo del libro y el otro al final, a la manera de Inicio y Cierre. Eso lo hace , a mis ojos, leerlo como una novela. Además me  parecen literarias las imágenes visuales que utiliza: El segundo relato comienza con la descripción de la niebla. No nos dice meramente “era un día neblinoso” sino que procede a mostrárnoslo: “Cuando me desperté había niebla, pero no una niebla cualquiera. Era como si una tela de lino hubiera caído sobre el mundo y todo lo que se veía desde mi departamento […] tuviera una espesura fantasmal.” En Refucilos sobre el agua, dice del cuadro de Courbet: “Cada vez que miro Mar borrascoso algo se comprime dentro de mí, es una sensación entre el pecho y la tráquea, como una ligera mordedura.” Me parece genial la descripción sensorial que hace sobre el sentimiento de sobresalto, de inquietud y de emoción que nos producen ciertas obras de arte. En el último capítulo termina el texto hablando de la nieve y así la describe y nos la hace ver: “Las pelusas giran morosas en el aire, se arremolinan, forman finos labios sobre los techos, cubren las veredas de una delgada capa blanca que parece encaje, y yo saco de la guantera el gorro negro que puse ahí cuando empezó todo esto y por primera vez me lo calzo, me lo embuto hasta las orejas, salgo del auto y camino hacia ellos.” El mensaje es “Nieva levemente” pero la literatura no usa el lenguaje para informar o comunicar, sino que la literatura pone el acento en el lenguaje mismo. 

Al final apareció esta pregunta: ¿Cómo hacemos para seguir leyendo un libro que no nos interesa? A algunos integrantes les pasó que leyeron los dos primeros capítulos y el interés no fue lo suficientemente fuerte como para continuar la lectura. De manera unánime las respuestas fueron que nadie seguiría leyendo un libro que no le despierte interés. Una integrante del club dijo: que lo que la animó a seguir leyendo fue “la esperanza de que más adelante habrá una recompensa”.  Me parece una definición hermosa por la vulnerabilidad que muestra, estamos entregados a la lectura, estamos en sus manos, confiamos en lo que vendrá. Es cierto también que a veces la temática del libro nos aleja. O también nuestras expectativas acerca del libro no se corresponden para nada con el libro. Puede haber desencuentros entre libros y lectores… parafraseando a Borges, quizás ese autor todavía no escribió para nosotros.

Queda Borges aquí, como despedida. Y los videos de The Power of Art, de Simon Shama, recomendados por una integrante del grupo.

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